Tailandia Internacionales -  7 de octubre de 2015 - 10:23

Los muñecos artesanales tienden a desaparecer en la moderna Tailandia r3x2l

Una decena de artesanos fabrican a mano muñecos inspirados en la literatura y cultura tailandesas en un pequeño museo-taller de Bangkok, donde esta tradición tiende a desaparecer debido a la falta de compradores. 5l5s4i

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"Es muy probable que la tradición acabe pronto porque el mercado es muy pequeño y solo se interesan los amantes de los muñecos artesanales", explica a Efe Arbhas Chandavimol, director del museo-taller Bangkok Dolls.

"Es un arte, todos los muñecos están hechos a mano, no con máquinas, incluso las ropas. El diseño de los brazos y de las piernas tienen que hacerse de manera que puedan adoptar las formas de la danza tradicional", dice Arbhas sentado en su despacho entre máscaras y muñecos de gigantes y bailarinas.

El tailandés reconoce que no reciben muchas visitas y que venden unos quince muñecos a la semana, sobretodo a través de establecimientos en Tailandia e incluso en las tiendas Duty Free del aeropuerto, lo justo para mantener a flote el taller.

El centro, que se encuentra en una estrecha calle entre humildes casas de madera, fue fundado en 1957 por la madre de Arbhas, Tongkorn Chandavimol, quien falleció hace cinco 5 años.

"Mi madre estudió en Japón hace más de 60 años para aprender cómo hacían muñecos allí y volvió a Tailandia para empezar su propio taller", relata el director.

Según su hijo, cuando Tornkorn volvió a Tailandia estudió con diferentes artesanos y especialistas en bellas artes para crear muñecos artesanales, que diseñaba minuciosamente en cada detalle, desde el pelo hasta el calzado.

"Estudió con artesanos de muchas ramas, por ejemplo para diseñar las ropas y pintar, incluidos los detalles de las máscaras, aprendió en la universidad de bellas artes", asevera el dueño del museo-taller.

En una habitación llena de brazos, piernas y torsos, un artesano modela telas de color ocre que va superponiendo y cosiendo a mano para crear la piel, que rellena con algodón para dar volumen y alambre para que las extremidades sean movibles.

En otras mesas, otros empleados pintan con pinceles los rostros y hasta las uñas de muñecas y elaboran con minuciosidad los vestidos con intrincados detalles y decoraciones en sus máquinas de coser.

Arbhas destaca que esta forma artesanal es única y que, en cualquier caso, la mayoría de los muñecos y muñecas que se venden en Tailandia son fabricados a máquina.

Las figuras más populares son los del dios simio Hanuman, la princesa Sida, el héroe Rama y otros personajes del "Ramakian", que es la versión tailandesa del poema épico indio "Ramayana".

Esta historia mitológica de origen hindú, muy popular en el teatro de máscaras o "khon", relata la aventura de Rama y Hanuman contra el demonio Thotsakan, quien rapta a la bella Sida -nombre local de la hindú Sita-, en la isla de Lanka.

Otras figuras representan a tailandeses en distintas épocas, desde el antiguo reinado de Dvaravati hasta los reinos de Siam y la actualidad, con ropajes que imitan los finos bordados de la seda tailandesa.

En las vitrinas del museo-taller también hay muñecos de campesinos y minorías étnicas e incluso figuras del Belén cristiano, incluidos la mula y el buey.

El centro también exhibe una colección de las primeras figuras artesanales realizadas por Tongkorn Chandavimol, así como figuras de su colección privada con muñecos de países como Turquía, China, Japón, Estados Unidos o España, aunque estos no están a la venta.

Aunque se encuentra en un lugar un tanto recóndito, Bangkok Dolls cuenta con su propia página web a través de la que vende sus productos en internet.

"La calidad ha bajado, durante la época de mi madre los artesanos eran más hábiles", reconoce Arbhas, el único de los tres hijos de Tornkorn que aceptó seguir con la tradición familiar.

Una de sus empleadas más longevas, Phannasri, dejó hace mucho de fabricar manualmente muñecos, pero aún se encarga de realizar los pedidos de los materiales y supervisar el taller.

"Mis hijos me dicen que me retire, pero yo quiero seguir trabajando, aunque a veces no hay nada que hacer y me aburro", confiesa Phannasri, una afable señora de 76 años.

Según la trabajadora septuagenaria, a veces se acerca alguien con interés para aprender, pero el dueño no acepta aprendices porque no hay suficiente trabajo.

FUENTE: EFE

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