41 palomas blancas, de cuello corto, cuerpo robusto, cabeza pequeña y plumaje liso, surcan los cielos de Guatemala para recordar la inocencia interrumpida de 41 niñas que hace dos años murieron quemadas "por el Estado".
"Vuela. Vuela", grita Daymi Hernández mientras sujeta a su hija pequeña en brazos. Esta joven de pelo rojizo es la hermana mayor de Ashly, una de las víctimas de esta tragedia. Dos años después sigue sintiendo ese dolor profundo que le desgarra el corazón.
En Guatemala el Día Internacional de la Mujer ya nunca más será lo que algún día fue. Ahora el 8 de marzo es un día de lucha. De dolor. Por las 41 pequeñas que murieron quemadas y por las 15 que sobrevivieron y que quedaron con secuelas de por vida. Físicas y psicológicas.
Todas estaban en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción. Un centro del Estado, que debería cuidarlas y protegerlas. Pero no. "No tuvieron ni corazón". Daymi lo grita. "Son culpables". Y si no es en este mundo será en el otro. Pero la "justicia divina" llegará.
Para recordarlas y para ser la voz de las que ya no tienen voz, un grupo de familiares y madres de las pequeñas se reunieron frente al Hogar Seguro. Delante de una puerta negra que aún oculta la verdad de lo que ocurrió. El horror de esas pequeñas que estaban encerradas en un aula pequeña bajo llave mientras el fuego las consumía.
A las madres les duele el corazón. Les arde el alma. Y les escuecen las entrañas. Pero siguen en pie de guerra para pedir Justicia por sus hijas. Aquellas a las que el Estado les ha arrebatado el futuro. Sus sueños. Su vida.
Delante de los retratos de las 41 pequeñas, dibujadas volando entre pájaros o rodeadas de flores y estrellas, Viannei Hernández, la mamá de Ashly, recuerda los últimos días de su pequeña. Su sufrimiento. El frío. El hambre. La pelea por vivir.
"Ellas se levantaron contra este lugar. Un Hogar Seguro que nos las entregó fallecidas y en una cajita de madera (...). Que Dios me perdone, pero yo no les puedo perdonar. Nos quitaron la mitad de nuestro corazón", proclama.
Viannei, que lleva la fotografía de su pequeña en el pecho, dice que el Estado es "culpable" por no haber tenido la "capacidad ni la voluntad" de ayudar a las pequeñas: "Se lavaron las manos". Por ello pide a la Justicia, que tiene a unas ocho personas imputadas, que avance con el inicio de los juicios.
Escuchándola están tres bomberos voluntarios, los que acudieron el 8 de marzo de 2017 a la emergencia. Los primeros en llegar. Son de la compañía 127 de San José Pinula. Con tres ramos de flores buscan recordar a las pequeñas y hacer un homenaje de "paz y amor" a todas las mujeres.
Emilio Najéra, uno de ellos, asegura que esa tragedia se ha convertido en una "imagen imborrable". Una cicatriz que quedó abierta en sus corazones.
También en el de Elsa Xiquinyi. Su hija Yemmi es una de las 41 pequeñas que murió quemada. "Dios sabe muy bien la mamá que soy. El Estado tiene la culpa", asegura esta mujer que no puede parar de llorar mientras recuerda que el Estado se la quitó y se la entregó "muerta". Y por ello pide el apoyo de toda la sociedad. Para no olvidar.
Mientras suena un tambor y la chirimia, un instrumento musical de viento formado por un tubo de madera cilíndrico y una embocadura con doble lengüeta de caña, las jóvenes se acercan a uno de los costados a plantar un árbol. Una guayaba. Una oportunidad para regar y nutrir la memoria. La historia.
Estas madres tienen un hueco en su vientre con el que les resulta insoportable vivir. No saben cómo trabajar. Cómo amar. Cómo disfrutar. Cómo seguir. Están rotas. Pero su vientre es ahora la caja de resonancia para el dolor de otros. Para las 56 víctimas. Porque la fe es su mayor miedo.
Las 41 palomas blancas, que representan el sueño y el alma de cada pequeña, son ahora el símbolo de la pureza de una "inocencia interrumpida".
FUENTE: EFE